Te lo cuento. Pero no te creas que es fruto de la discontinuación. No pienses que todo es discreto. Todo cuento aburrido por previsible sigue con un " Y entonces,...". Éste, por ser diferente, va a seguir por,...
Y tanto se querían, el humilde aldeano y la bella princesa, que huyeron del castillo hacia Villa Encantados. Tomaron un carruaje negro, con caballos de color plata. Ninguno de los dos era consciente de cómo habían coincidido, el caso, es que había dos almas puras a punto de escribir un guión de cine, o al menos de cuento...
Nunca fue el carruaje más deprisa que sus ganas de conocerse. Tenían tantas historias que contarse, que el largo viaje, les dio para reír, llorar, consolar, ayudar, aconsejar, disfrutar, volver a reír, e incluso, a enamorarse...
Ella contaba su infancia con una fiel amiga llamada Gimena. Vivía cerca suya, en los altos prados de Viszul. También de familia noble, ostentaba una posada con bellos jardines y gran anfiteatro, heredado generación tras generación, donde se escenificaban las mejores obras de aquella época.
Sus juegos, sus bromas, eran música a los oídos de Alces. La cara de la princesa contando sus pillerías era la cara que un escultor le pondría a Santa Diversión. La princesa se encontraba cómoda y el hablar de los tiempos se hacía ameno y apetecible para la larga travesía que les deparaba.
Alces también tenía un viejo amigo. Compañero de cuna. Su amigo Varela. De familia humilde y jornaleros. Su amistad fue tan dura como sus manos de arar el campo. Nunca se fallaron. Se veían poco, por el duro trabajo, pero eran confidentes mutuos, y sus momentos eran sosegados.
Cuando se postró el grande amarillo en la cima del cielo, el carruaje frenó de golpe. Ambos salieron del carruaje temerosos de lo que podría pasar. Alces abrió la puerta con cuidado...
A 3 metros del carruaje, se encontraba una pequeña bola marrón. Temblaba, y miraba con temor a los caballos plateados. La princesa salió tras Alces, y al bajar a la calurosa arena del camino, se acercó sin dudar al misterioso marrón que se encontró en el camino.
En seguida, Lyot se dio cuenta de que era un pequeño cachorro hembra. Tenía en el hocico una mancha blanca, y el cuerpo era largo y estrecho. En ningún momento puso resistencia, y Lyot le acariciaba por encima de la cabeza con mucho cuidado.
Lyot propuso un nombre. "Se llamará Poe." El Sol brillaba y apretaba con fuerza. Alces apretó bien las cuerdas a los caballos y se apresuraron a entrar en el carruaje negro con Poe, y continuaron su camino. Otra coincidencia más. La de Poe y Lyot. Como sin querer, se encontraron en el camino para seguir un camino juntas, curioso...
A cinco minutos del lugar donde encontraron a Poe, pararon a un aldeano para preguntar en qué dirección se encontraba Villa Encantados. El Aldeano, que era un hombre anciano con voz misteriosa, se paró, y sin mostrar su rostro por debajo del sombrero de paja, les contestó: "¿Villa Encantados? ¿Para qué? Si ya se os ve así... A ustedes jóvenes, no os espera Villa Encantados. Sólo os puedo decir, que el lugar hacia el que os dirigís es bien conocido por vuestros corazones, y si los tomáis como brújula, llegaréis muchísimo antes de lo que os esperáis..."
El aldeano, giró la cabeza al horizonte, y mientras marchaba, se le escuchó el principio de una frase que decía "Lo que empiezan dos corazones sinceros, no los deti..."
Sorprendentemente, ninguno de nuestros dos protagonistas dudó de su destino. Aunque la verdad sea dicha, ninguno sabía cual era, pero sí con quién querían continuarlo. Y empredieron la marcha rumbo a donde marcaran sus corazones, como dijo el anciano aldeano...pero...
¿Hacia dónde se dirigían? ¿Que quiso decir el anciano aldeano? ¿Qué les deparaba el viaje?
No creas que esta es la mitad del cuento, y muchísimo menos que esto va a terminar,...esto acaba de continuar,...
Y colorín, colorado, este cuento, ha continuado...