Entramos los dos juntitos, agarrados de la mano, del dedo meñique, ella y yo. Yo, que nunca había estado sentado en mesa de dos; yo, que nunca había reservado...
Había luces parpadeando, el restaurante se llamaba Destino. Estaba perdido por la carretera de la Suerte, número 5 (con éste 6), a dos pasos de la avenida de la Ilusión y a pocos metros del bulevar Mágico... Cerca estaba la bocacalle Coincidencias y una plazoleta gigante repleta de flores, llamada Casualidad...
Elegimos esta mesa porque pensamos que era la más romántica, la mas misteriosa. Y la única en la que creíamos no haber estado jamás...
A lo mejor no te fijaste, pero vinimos con hambre de muchas cosas, dispuestos a apagar la sed.
Comimos con los ojos, tocamos con los labios y saboreamos con la piel. Nos encontrábamos en todos los momentos, por encima y debajo del mantel color verde ojos y nadie se dejaba recomendar.
Otras mesas no nos interesaban, por ser iguales, rutinarias y porque siempre iban de más a menos, siempre iban a lo que van... Sabíamos cual era nuestro plato favorito, en qué punto lo queríamos y hasta cuanto lo queríamos degustar. Pero no supimos hasta cuando...
Recuerdo perfectamente el día en que empezastes a pedir fuera de carta...
Descubrí cuando
Acabaste exigiendo sushi en un mexicano, burritos en un italiano o paella en un japonés...
Después pediste el libro de reclamaciones. Y lo coloreastes de palabras bonitas. De gestos increíbles. De magia desbordada,... tanta, que mandamos al paro al mago que estaba haciendo su show...
Otro plato y ahí estábamos....
Desde luego llegamos a los postres.... Fue rápido pero nos gustó. Dos, tres o cuatro besos achocolatados, cinco abrazos no forzados y un cúmulo de sensaciones que no salían porque nos habíamos atiborrado de dulces palabras y detalles azucarados...
El caso es que, más importante que saber estar,
Te pido un favor. Descuéntame todo lo que jamás te pediré. Tampoco me cobres lo que pedí y jamás me trajeron. Descuenta todo eso y dime cuanto te debo, que yo te lo pago.
Infla la cuenta. Y no te preocupes si al final nada cuadra. No te me apures si pago de más. Con el cambio, me haces otro favor. Envíale una botella del mejor champán a los labios de esa mesa color verde ojos. Ponle un post-it que diga: "Me encantaría volver a sacarte de quicio entre plato y plato de detalles,... tu calla y observa..."
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