jueves, 12 de febrero de 2009

Me conviene, no me conviene

Me conviene. Venga, vamos. Que si, que me proporciona beneficios, pero no te preocupes, haré como si te estuviera haciendo un favor que me costase trabajo. Mírame, sin ganas, pero pa’ que veas que cumplo, por cierto me debes una…

Y se van tan contentos. Si ,si, hablo de ellos, los seres humanos.

Trenes, el invento de la rueda, aviones, barcos,..para que al final lo único que les mueva sea el orgullo y la conveniencia…

Coge a cualquiera, objeto con forma de persona vestido de nadie, y cubierto de gloria. Ese mismo, alguna vez te falló. Alguna vez te pidió dinero. No te lo devolvió. Pero lo dejas pasar, se le llama alma caritativa…en la jerga del agarrado, un traidor.

Nada, no hay manera de ser racional. Te buscas una diversión y siempre hay alguien a quien le conviene, o peor, que no le conviene. No hay manera de encontrar una razón en la cual no intervenga la palabra conviene.

Nunca un verbo (convenir), fue tan dañino para la salud. Incluso creo que es peor que el tabaco. Proponer una campaña de publicidad anti-conveníos, no debe de ser una locura, es más nos curamos en salud en todo caso.

Me vale la gente simple, menores que épsilon medio. No entiendo los complejos, ni el porqué no. No me gustan los vales, ni los cuando. Traen consigo una perspicaz burla de un depende, vienen con una conveniencia que no provocas, sino que se provoca.

No quiero saber nada de una sociedad que se mueve por dependes y por pasos muy pensados.

Prefiero saber que me muevo por destino y por suerte. Me muevo sin lógica cuando no hace falta, y no incito a la lógica porque la necesite. Y si no me muevo, no protesto, sino insisto en que quede todo como esté antes de arrástrame por el sucumbido mundo de la perversidad de una conveniencia amanerada en malas costumbres y muy descarada. Porque si al menos se disimulara

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