
Tuviste, o más bien, te proporcionaron, infinidad de pañuelos para secar lágrimas de antiguos resfriados cojoneros, y pastillas efervescentes que se deshacían en cualquier solución acuosa con un toque de cariño.
Se te subió la temperatura de lo que nunca nos habían dado, y sentiste el calor dentro de los huesos. Dentro del gran rojo.
Y es que tu enfermedad se llama amor, y tu virus no es maligno, pero si te quiere mucho, siento decirte que no tendrá cura...
Tu medicina es una presencia.
Mi medicina eres tú, en estos meses llenos de colores...
Todo ello, para combatir un 38.
Tus 38 grados de fiebre,...
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