martes, 17 de enero de 2012

Construcción Soñada...

Inevitablemente hablamos de ello. Tuvimos mil millones de excusas para, anteriormente, no nombrarlo. Incluso nos prometimos que ningún día fuera mencionado... No lo cumplimos... pero no nos decepcionamos...

Nunca supimos cómo frenar tanta ilusión de golpe. Siempre estábamos hablando del otro como el futurible y rompimos las promesas de no llamarlo así jamás...

Es lógico. Sucumbimos. Caímos en picado y nos dejamos llevar por las mareas del destino. Y acabamos naufragando de buena gana en una isla desierta y desconocida, malograda por los años perdidos, pero llena de palmeras cocoteras llenas de oportunidades y madera dura, que era perfecta para condicionar un hogar.

Se me viene a la mente el día que hablamos de casa. Te recuerdo bañada en lágrimas de felicidad, cómo recorrían tus mejillas, hasta llegar a los labios, aquellos que soltaron mil barbaridades propias de novias enamoradas y de mujeres felices...

Y volvimos a sucumbir. Porque, de hecho, no fuiste la única que lloraste en todo esto. Ni yo el único que te acompañó...

Tienes un conjunto de personas que lloraron contigo porque la vida te sonriera de tal manera, que me hicieras ser el autor de tantos cuentos de fantasía y proclamaste a los cuatro vientos la ilusión que tenías en un buzón pintado de nubes y en cuantos dormitorios querías dividir tu hogar...


O cuando pensaste cómo colorear cuartos de personas importantes en tu corazón, cuántos colores gastar y cuántas energías, que te digo yo que son infinitas, porque nunca nos cansaremos de hacernos el bien, el uno al otro...

Ñoñerías que cogían fundamento por cada te quiero inscrito en tus labios y dictado en mis oídos. Ñoñerías, que serán guardadas en carpetas, en los estantes de una librería que inundará un salón lleno de futuras vidas juntas. En definitiva, una casa dibujada a tu manera y con habitaciones abiertas de par en par para tus cosas.

Inventemos la fachada, donde colocamos los muebles, y de qué color ponemos la cenefa, y cuando acabes, paguemos la hipoteca de todos nuestros sueños en forma de caricias, y pongámosle una alfombra en el pasillo a toda persona cercana a nosotros que quiera participar en esta construcción soñada...

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